conversaciones en la peluquería

Al lado de nuestra clínica hay una peluquería. Tan sólo estamos separados por una pared, que debe de ser de papel porque se escuchan todas las conversaciones. (También es verdad que allí se habla muy alto para poder escucharse por encima del ruido del secador).

Al principio me perturbaba un poco porque me impedía concentrarme en mi trabajo. Después de unos cuantos cursos de mindfulness me he dado cuenta de que es al revés: sólo escucho lo de al lado cuando no estoy realmente concentrada.

Así que ahora, si me descubro escuchando las conversaciones de la peluquería, para mí es un toque de atención de que no estoy totalmente centrada en lo mío.

Un día se escuchó a una mujer que a voz en grito le contaba a la peluquera que su incontinencia urinaria le hacía mojar unas 8 compresas diarias. Pobre… ella no se podía imaginar que al otro lado de la pared dos personas nos habíamos enterado de tal intimidad.

A mí, acostumbrada como profesional de la salud a este tipo de confesiones no me llamó especialmente la atención y sólo pensé en lo bien que le vendría a esa mujer ir a un fisio y hacer reeducación del suelo pélvico, pero el paciente que estaba conmigo y también lo escuchó se quedó en un estado de shock del que no sé si se habrá recuperado todavía.