El día que veo a un paciente por primera vez le explico antes del tratamiento que las maniobras que voy a hacerle son suaves, que no le voy a hacer nada brusco o fuerte y que se puede relajar. “Es posible que hasta te quedes dormido”. Alguno ya me ha contestado escéptico: “¿Yo?, no creo…”
El caso es que si se abandona al tratamiento y se relaja, en la parte final es normal que empiece a roncar. Alguno se despierta avergonzado de su propio ronquido, pero yo les tranquilizo que para mí es un indicador de que están relajados y les invito a que ronquen un ratito más.
Pero ya más de uno, después de llevar más de 10 minutos roncando, en cuanto le susurro suavemente que ya hemos terminado y que se puede levantar, el paciente me dice: “¡Buf! Casi me quedo dormido” y yo respondo “sí, casi…”